Despertar en las mañanas durante 81 años no es fácil, no es el parpadeo de los catorce,ni el rimel escurridizo de los quince; es simplemente vivir. Voltear hacia atrás a lo largo de un gran camino recorrido y hacer una pausa para saborear lo que se tiene en el momento, no es casualidad, probablemente sea parte de una bendición maliciosa. El caso de mi abuela, que por razones misteriosas los cumple hoy, no es un ser tan etéreo; es un ser de este planeta.
Es maravilloso dormir todos los días con ella, despertar con ella, acompañarla en el café, en las cuentas a pagar, al hablar por teléfono y demás. Aprovechar todos sus conocimientos se ha convertido en mi pasatiempo, descubrirle cosas empolvadas por los años y otras que nunca llegó a mostrar. Actuarle, cantarle y hacerla vivir cada minuto es algo que me ha dado más vida a mí que a ella. La quiero mucho, pero muchísimo. Ochenta y un años. No sé cómo decirte lo que son para mí.- dijo la abuela-.
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